Llora por los males de su patria, por su
ruina y perdición.
Advierte previamente que en su sátira
persigue al vicio, no al vicioso.
Critica a las mujeres, personificándolas
en Alcinda, que bajan al Prado vestidas como fulanas adoptando la moda de la
maja y que pasea por el prado cubierta de “un cendal más transparente que su
intención, a ojeadas y meneos la turba de los tontos concitando”.
Lo compara entonces con el tiempo
pasado, en que le recato estaba presente y se encubría el vicio.
Habla de las mujeres que van toda la
noche de fiesta y entran en casa “barriendo con la undosa falda la alfombra;
aquí y allí cintas y plumas del enorme tocado siembra, y sigue con débil paso
soñolienta y mustia, yendo aún Fabio de su mano asido, hasta la alcoba, donde a
pierna suelta ronca el cornudo y sueña que es dichoso”
Menciona a Tebis, lo que es una diatriba
contra la justicia.
“¡Oh infamia! ¡Oh siglo! ¡Oh corrupción!
Matronas castellanas, ¿quién pudo vuestro claro pundonor eclipsar? ¿Quién de
Lucrecias en Lais os volvió?”
“Todo lo agotan: cuesta un sombrerillo
lo que antes un estado; y se consume en un festín la dote de una infanta.”
“Son ya una vil y torpe mercancía.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario