En Palermo
(Sicilia) había dos caballeros nobles y amigos: don Juan y don Pedro, que eran
hijos de españoles. Todo el tiempo lo pasaban juntos, en casa del otro, vestían
igual,…
Don Pedro se casó
entonces con Roseleta (rica y hermosa). Don Juan fue a la boda de su amigo y
miró a Roseleta solo como a la mujer de su amigo sin percatarse de su belleza y
gracia.
Por no dar pie a
murmuraciones no iba ya tanto a casa de su amigo Pedro. Y don Pedro, enamorado
de su mujer, “y cuidadoso como marido” no iba tampoco tanto a casa de su amigo.
Rogaba a don Juan
que fuese a su casa con la frecuencia de antes. Y Roseleta “viendo lo mucho que
su marido amaba a don Juan, le recibía con un honesto agrado”. Don Juan comenzó
a mirar a Roseleta, percatándose de su hermosura, y empezó a envidiar a don
Pedro. Se resiste a estos pensamientos por lealtad a su amigo. Mas no le servía
de nada pues se había enamorado de esta.
“Notaba don Pedro
la tristeza de su amigo; a solas, y delante de su esposa, le preguntaba la
causa de su tristeza; mas él se escusaba con decir que él mismo la ignoraba.”
Don Juan enfermó
por estas imaginaciones y cayó en la cama de una peligrosa enfermedad,
asistiéndole don Pedro y visitándole algunas veces Roseleta. Una vez recuperado
se resolvió confesarse a Roseleta.
Comiendo un día
con Pedro y su esposa, le preguntó don Pedro que era aquello que le afligía, y
este respondió: “Sabed que desde que vi la hermosura de Angeliana, estoy de la
manera que veis; porque es tanta su severidad y desvío para conmigo, que aunque
he procurado que sepa mi pasión, no la ha querido oír, y esto me trae tan
triste y desesperado, que si no es quitarme la vida no me queda otra cosa”
“No era así como
don Juan decía, que a esta ocasión había ya gozado a Angeliana, si bien desde
que vio a Roseleta se le había entibiado la voluntad.”
“Desta manera pasó
más de dos meses, sin tener lugar de declararle a Roseleta su amor si no era
con los ojos y ansiosos suspiros, que ella no atendía, ni creía que fuesen sino
por Angeliana.”
Un día que se
quedan Roseleta y don Juan solos en la mesa se declara a esta (“Más pudiera
decir don Juan, y aun pienso que se alargara a más su atrevimiento (porque
Roseleta estaba fuera de su sentido, de enojo) si a este tiempo no entrara don
Pedro y estorbó que don Juan fuera más atrevido y Roseleta se cobrara de su
turbación para que llevara la respuesta como merecía su atrevimiento”).
Roseleta entonces
empieza a evitar a don Juan
“don Pedro
preguntó a don Juan cómo le iba con los amores de Angeliana. —Muy mal —dijo don
Juan—, pues porque los días pasados tuve lugar de intimarle mi pasión y
los desvelos que me cuesta su hermosura, se me ha negado de suerte que apenas
se deja ver, y si la veo es con un ceño con que me quita la vida. A cuyos
enfados le he hecho unos versos que, si gustáis, os los quiero leer. —Mucho
gusto me haréis —dijo don Pedro. Aunque a Roseleta le pesó, como quien ya sabía
a quien dirigía don Juan todas aquellas cosas, y si no fuera por su esposo se
levantara y se fuera.” Don Pedro alaba el romance, mas su mujer llama loco a
don Juan pues si la dama no le ama no debe perseguirla más.
Sino
que los hombres empiezan amando y acaban venciendo y salen despreciando; porque
en viendo que una mujer se les resiste, ya no por amarla, sino por vencerla,
trocando el amor en tema perseveran para vengarse de los desprecios que le ha
hecho, y quieren que una mujer, aunque no quiera, los quiera. Y no sé qué ley
hay que si la tal es cuerda y tiene honra, se aborrezca a sí por querer a otro,
y más si sabe que el tal amor no es para darle honor, sino para quitársele. Si
no os quiere, dejadla y amad a otra, que os amará y os costará menos cuidados y
os escusaréis de riesgos. Que de mí digo que si entendiera que había en ningún
hombre atrevimiento para poner en mí el pensamiento… ¡Que es pensamiento!,
a mirarme con ojos de quitarme la opinión, si diciéndoselo a mi esposo no le
quitara la vida, lo hiciera yo por mis manos.
“don Juan se
determinó a no dejar de amar y porfiar hasta vencer o morir.” escribe cartas a
Roseleta, pero esta no le responde ninguna. Con la quinta carta amenaza con
contárselo a su marido si don Juan no cesa, pero este no lo cree un peligro por
los celos de su amigo y le envía una sexta carta. Roseleta enseña las seis
cartas a su esposo y “le dijo: —¡Para que veáis el amigo que tenéis, y de quién
os fiáis y traéis a vuestra casa! Vuestro amigo don Juan trata de quitaros la
honra solicitando, con las muestras que en él habéis visto, vuestra mujer. Y
advertid que la Angeliana por quien publica desvelos soy yo”, añadiendo que no
ve otro remedio que matarle.
Don Pedro “le mandó a Roseleta que respondiese a don Juan un papel muy tierno
disculpándose de su ingratitud y dándole a entender que estaba arrepentida del
desdén que hasta allí le había mostrado, y que para darle más seguras
satisfaciones le aguardaba otro día en la noche, en su quinta (que él muy bien
sabía), porque su marido iba otro día fuera de Palermo a un negocio donde había
de estar dos días; y que no entrase por la puerta de la quinta, sino por un
portillo que estaba en la huerta, por escusar que no le viesen los labradores
que en la quinta había; que en la misma huerta le aguardaba sola con aquella
criada que era testigo de sus pensamientos.”
De camino a la
quinta don Juan se encontró con tres hombres ahorcados. Rezó a la Virgen que
nada le sucediese por la ofensa que iba a cometer. Uno de los ahorcados llama
entonces a don Juan y le pide que le saque de ahí, aunque Juan no se explica
cómo ha podido sobrevivir ahorcado todo el día, a lo que el otro contesta que
porque Dios lo ha querido pues era inocente del delito. Le libera y continúan
andando los dos.
Ya en la quinta
don Juan le pide al hombre que se quede cuidando el caballo mientras el atiende
un negocio. Este responde que se quede don Juan cuidando el caballo y que el
irá a hacer ese negocio pues sabe a lo que va. Le dice además que ate el
caballo a un árbol y que se suba en otro árbol para no ser visto y observe lo
que ocurre. Esto hizo don Juan.
“Llegó el ahorcado
al portillo, y apenas saltó por él cuando don Pedro y sus criados, que estaban
en centinela, pareciéndoles ser don Juan, a una disparando las pistolas le
derribaron en tierra, y luego que le vieron tendido fueron sobre él y, dándole
muchas puñaladas, le cogieron y echaron en un pozo, echando sobre él cantidad
de piedras que tenían apercebidas.”
“se bajó del
árbol, y queriendo ir hacia la quinta, llegó el hombre, todo bañado en sangre y
mojado” que le explica el engaño de don Pedro y la carta. Dice que se ha
salvado porque aunque pecador a rezado a la Virgen. Le explica que está muerto
y que Dios le envió para salvarle.
A la mañana
siguiente va a casa de su amigo Pedro. Este y los criados se espantan por no
creerlo vivo. Se echa a los pies de don Pedro y le pide perdón por los
agravios. “Y hecho esto, despidiéndose de todos, haciendo primero quitar
los cuerpos de los ahorcados de la horca y haciéndoles un honroso entierro, se
fue a un convento de religiosos carmelitas descalzos y se entró fraile”
Mas don Pedro en
vez de estimar más a su esposa por honrada, la aborrecía. Angeliana además
quiso vengarse de Roseleta por haber perdido a don Juan por ella, quitándola el
marido. “De modo que don Pedro se enamoró della, entrando en su casa no como
recatado amante, sino con más libertad que si fuera su marido”.
“Se determinó a
escribir un papel a Angeliana, amenazándola, si no se apartaba de la amistad de
su marido, le haría quitar la vida. Este papel dio Angeliana a don Pedro con
grandes sentimientos y lágrimas, y para dañarlo más le dijo que ella sabía
por muy cierto que don Juan había gozado a Roseleta”
Don Pedro promete
a Angeliana vengarse de su esposa. Este ya no va a casa de Angeliana y hace
creer a su esposa que había terminado.
“En este tiempo
Roseleta cayó mala, de que fue necesario sangrarla. Y esa misma noche el marido,
viendo que Roseleta dormía, le quitó la venda de la sangría y le destapó la
vena, por donde se desangró, hasta que rindió la hermosa vida a la fiera y
rigurosa muerte.”
“Enterraron a
Roseleta con general sentimiento de todos, y esa misma noche vino Angeliana a
consolar a don Pedro, con que empezaron todos a conocer que él la había muerto”
mas no se puede demostrar. A los tres meses se casa con Angeliana.
“Buscó don Pedro a
don Juan, ya profeso, para matarle; mas no lo permitió Dios, que la que le
había guardado una vez le guardó siempre, porque con licencia de sus mayores se
pasó a más estrecha vida, donde acabó en paz.”
Vean
ahora las damas destos tiempos si con el ejemplo de las de los pasados se
hallan con ánimo para fiarse de los hombres, aunque sean maridos, y no
desengañarse de que el que más dice amarlas las aborrece, y el que más las
alaba más las vende, y el que más muestra estimarlas más las desprecia; y que
el que más perdido se muestra por ellas al fin las da muerte, y que para con
las mujeres todos son unos. Y esto se ve en que si es honrada, es
aborrecida porque lo es, y si es libre, cansa; si es honesta, es
melindrosa; si atrevida, deshonesta; ni les agradan sus trajes ni sus
costumbres.
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