El matadero - Esteban Echeverría

El narrador pese a que va a relatar una historia dice no va a empezar por el principio de los tiempos como “los antiguos historiadores españoles de América que deben ser nuestros prototipos”.
La historia comienza en Cuaresma de 183… en Buenos Aires, donde sus ciudadanos se abstienen de la carne por razones religiosas. Por esto, en los mataderos solo se matan los novillos necesarios para sustentar a los niños y enfermos…  sin ánimo de que lo coman los herejes que violan los “mandamientos  carnificinos de la iglesia”.
Hubo en aquel tiempo una lluvia muy copiosa y las calles “rebosaban en acuoso barro”. El Río de la Plata“creciendo embravecido, empujo esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplanes, arboledas, caseríos y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras”.
“Las pobres mujeres salían del templo echando la culpa de aquella calamidad a los unitarios”.
“Los libertinos, los incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse”.
“La inundación se fue poco a poco escurriendo en su inmenso lecho sin necesidad de conjuro ni plegarias”
Por causa de la inundación “estuvo quince días el matadero de la Convalencia sin ver una sola cabeza vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes se consumieron”; durante este tiempo, los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas. “Las gallinas se pusieron a 6 $ y los huevos a 4 reales y el pescado carísimo”, lo que provocó innumerables muertes.
“Pero lo más notable fue la muerte de unos gringos herejes que murieron por comer demasiado”.
“Alarmose un tanto el gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador creyendo aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los unitarios”. Así,  envió el decimosexto día de la carestía cincuenta novillos gordos  “poca cosa por cierto, para una población acostumbrada diariamente de 250 a 300 cabezas y cuya tercera parte al menos gozaría del fuero eclesiástico”. “¡Cosa extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a layes inviolables y que la iglesia tenga la llave de los estómagos!”
La primera res que se mato fue toda entera de regalo a un líder del gobierno ahí presente, hombre muy amigo del asado. Una comisión de carniceros marcho a ofrecérselo a nombre de los federales del matadero, manifestándole a vivas voces su agradecimiento por la acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su odio entrañable a los salvajes unitarios.
Hace un croquis de la localidad. Se detiene más en la casilla donde se hace la recaudación del impuesto de corrales, se cobran las multas, y se sienta el juez del matadero, que ejerce la suma del poder por delegación del Restaurador (“Fácil es calcular qué clase de hombre se requiere para el desempeño de semejante cargo”). En la casilla se leen los siguientes letreros: “Viva la Federación”, “Viva el Restaurador y la heroína doña Encarnación Ezcurra ”, “Mueran los salvajes unitarios”.  
“Cuarenta y nueve reses estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias”. Las figuras más provinentes eran los carniceros con cuchillos en mano, brazos y pecho desnudo, cabello largo y revuelto y chiripa y rostro embadurnado en sangre.
La gente comienza a robar el sebo o cuartos de la res, lo que provoca peleas; además de arrojarse sangre y demás,… “En fin, la escena que se representaba en el matadero era para vista no para escrita”.
Un novillo (“que tenía apariencia de toro y de novillo”) había quedado en los corrales. Cuando fueron a matarlo, logro huir debido a que el lazo que lo sujetaba estaba flojo y echó a correr. En su loca huida arremetió contra un niño a quien decapito en un instante 
“Una cuantas negras achuradoras sentadas en hilera al borde del zanjón oyendo el tumulto se acogieron y agazaparon entre las panzas y tripas que desenredaban y devanaban con la paciencia de Penélope”.
Un inglés se cae de su caballo y los perseguidores del toro exclaman “Se amoló el gringo; levántate, gringo”. 
“Una hora después de su fuga, el toro estaba otra vez en el Matadero”.
Después de atarlo fue Matasiete quien descarga su cuchillo en el cuello del animal. En dos por tres estaba desollado y descuartizado y colgado (descubren que no es novillo sino toro).
“Mas de repente la ronca voz de un carnicero grito: ¡Allí viene un unitario! (No traé divisa en el fraque ni luto en el sombrero)”
Incitado por la chusma, matasiete arremetió contra el joven unitario, tirándole del caballo y consiguiendo que la chusma le vitoree.  “Matasiete era hombre de pocas palabras y de mucha acción. Tratándose de violencia, de agilidad, de destreza en el hacha, el cuchillo o el caballo, no hablaba y obraba”
El unitario era un joven de 25 años y “bien apuesta persona”.
“Matasiete dando un salto le salió al encuentro y con fornido brazo asiéndolo de la corbata lo tendió en el sueño tirando al mismo tiempo la daga de la cintura y llevándola a su garganta”, lo que provoca carcajadas y nuevos vítores.
“¡Qué nobleza de alma! ¡Qué bravura en los federales!, siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la víctima inerte”.
Piden a Matasiete que lo degüelle o lo tuse . Matasiete comienza a pasar el fiulo de su daga por la garganta del caído.
Ordena entonces el Juez, que llega desde lo lejos, que no le degüellen. Le llevan a la casilla, donde empiezan a hablar de las torturas a las que le van a someter antes de que el Juez les ordene callar.
El joven encarando al Juez pregunta con indignación: “Infames sayones , ¿qué intentan hacer de mí?”. “Estaba fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo parecía estar en convulsión”
“Dos hombres de asieron […] y en un minuto cortáronle la patilla”. El Juez ordena le den agua pero el joven “diole un puntapié en el brazo y el vaso fue a estrellarse”.
Dice que no lleva librea porque no quiere y que “la librea es para vosotros, esclavos, no para los hombres libres” y que sus fuerzas son solo la fuerza y la violencia bestial, y que puesto que el lobo, el tigre y l pantera son fuertes también deberían andar también ellos a cuatro patas.
Dice además no llevar luto en el sombrero por la heroína sino en el corazón por la Patria que ellos han asesinado, esclavos para lisonjear el orgullo de su señor y tributarle vasallaje infame.
Dice entonces el Juez que lo desnuden y cuatro sayones se precipitan sobre el joven, quien exclama que prefiere que le degüellen antes que que le desnuden. “Empieza a echar por su boca espuma, echaban fuego sus pupilas, y las venas de su cuello y frente negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de sangre” (igual que el toro).
Intentan atarlo y cuando sueltan las ataduras de la espalda, se incorpora sobre sus brazos, “después sobre sus rodillas y se desplomó”. “Sus fuerzas se habían agotado; inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo. Entonces un torrente de sangre brotó de la boca y las narices del joven”.
El Juez al ver lo ocurrido exclama: “Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa demasiado a lo serio”.
“Los federales habían dado fin a una de  sus innumerables proezas”.
“En aquel tiempo los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban averga y puñal la federación resista, y no es difícil imaginarse que federación saldría de sus cabezas y cuchillas. Llamaban ellos “ salvaje unitario” a todo al que no era degollador, ni salvaje, ni ladrona, todo hombre decente y de corazón bien puesto, a todo patriota ilustrado, amigo de las luces y la libertad, se le consideraba enemigo del gobierno. Por todo lo visto en este argumento puede verse a las claras que la esencia de la federación estaba en el matadero”.  

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