El narrador pese a que va a
relatar una historia dice no va a empezar por el principio de los tiempos como
“los antiguos historiadores españoles de América que deben ser nuestros
prototipos”.
La historia comienza en
Cuaresma de 183… en Buenos Aires, donde sus ciudadanos se abstienen de la carne
por razones religiosas. Por esto, en los mataderos solo se matan los novillos
necesarios para sustentar a los niños y enfermos… sin ánimo de que lo coman los herejes que
violan los “mandamientos carnificinos de
la iglesia”.
Hubo en aquel tiempo una
lluvia muy copiosa y las calles “rebosaban en acuoso barro”. El Río de la Plata“creciendo embravecido,
empujo esas aguas que venían buscando su cauce y las hizo correr hinchadas por
sobre campos, terraplanes, arboledas, caseríos y extenderse como un lago
inmenso por todas las bajas tierras”.
“Las pobres mujeres salían del
templo echando la culpa de aquella calamidad a los unitarios”.
“Los libertinos, los
incrédulos, es decir, los unitarios, empezaron a amedrentarse”.
“La inundación se fue poco a
poco escurriendo en su inmenso lecho sin necesidad de conjuro ni plegarias”
Por causa de la inundación
“estuvo quince días el matadero de la Convalencia sin ver una sola cabeza
vacuna, y que en uno o dos, todos los bueyes se consumieron”; durante este
tiempo, los pobres niños y enfermos se alimentaban con huevos y gallinas. “Las
gallinas se pusieron a 6 $ y los huevos a 4 reales y el pescado carísimo”, lo
que provocó innumerables muertes.
“Pero lo más notable fue la
muerte de unos gringos
herejes
que murieron por comer demasiado”.
“Alarmose un tanto el
gobierno, tan paternal como previsor, del Restaurador creyendo
aquellos tumultos de origen revolucionario y atribuyéndolos a los unitarios”.
Así, envió el decimosexto día de la
carestía cincuenta novillos gordos “poca
cosa por cierto, para una población acostumbrada diariamente de 250 a 300
cabezas y cuya tercera parte al menos gozaría del fuero eclesiástico”. “¡Cosa
extraña que haya estómagos privilegiados y estómagos sujetos a layes
inviolables y que la iglesia tenga la llave de los estómagos!”
La primera res que se mato fue
toda entera de regalo a un líder del gobierno ahí presente, hombre muy amigo
del asado. Una comisión de carniceros marcho a ofrecérselo a nombre de los
federales del matadero, manifestándole a vivas voces su agradecimiento por la
acertada providencia del gobierno, su adhesión ilimitada al Restaurador y su
odio entrañable a los salvajes unitarios.
Hace un croquis de la
localidad. Se detiene más en la casilla donde se hace la recaudación del
impuesto de corrales, se cobran las multas, y se sienta el juez del matadero,
que ejerce la suma del poder por delegación del Restaurador (“Fácil es calcular
qué clase de hombre se requiere para el desempeño de semejante cargo”). En la
casilla se leen los siguientes letreros: “Viva la Federación”, “Viva el
Restaurador y la heroína doña Encarnación Ezcurra ”,
“Mueran los salvajes unitarios”.
“Cuarenta y nueve reses
estaban tendidas sobre sus cueros y cerca de doscientas personas hollaban aquel
suelo de lodo regado con la sangre de sus arterias”. Las figuras más
provinentes eran los carniceros con cuchillos en mano, brazos y pecho desnudo,
cabello largo y revuelto y chiripa y rostro embadurnado en sangre.
La gente comienza a robar el
sebo o cuartos de la res, lo que provoca peleas; además de arrojarse sangre y
demás,… “En fin, la escena que se representaba en el matadero era para vista no
para escrita”.
Un novillo (“que tenía
apariencia de toro y de novillo”) había quedado en los corrales. Cuando fueron
a matarlo, logro huir debido a que el lazo que lo sujetaba estaba flojo y echó
a correr. En su loca huida arremetió contra un niño a quien decapito en un
instante
“Una cuantas negras achuradoras sentadas
en hilera al borde del zanjón oyendo el tumulto se acogieron y agazaparon entre
las panzas y tripas que desenredaban y devanaban con la paciencia de Penélope”.
Un inglés se cae de su caballo
y los perseguidores del toro exclaman “Se amoló el gringo; levántate,
gringo”.
“Una hora después de su fuga,
el toro estaba otra vez en el Matadero”.
Después de atarlo fue Matasiete
quien descarga su cuchillo en el cuello del animal. En dos por tres estaba
desollado y descuartizado y colgado (descubren que no es novillo sino toro).
“Mas de repente la ronca voz
de un carnicero grito: ¡Allí viene un unitario! (No traé divisa en el fraque ni
luto en el sombrero)”
Incitado por la chusma,
matasiete arremetió contra el joven unitario, tirándole del caballo y
consiguiendo que la chusma le vitoree. “Matasiete
era hombre de pocas palabras y de mucha acción. Tratándose de violencia, de
agilidad, de destreza en el hacha, el cuchillo o el caballo, no hablaba y
obraba”
El unitario era
un joven de 25 años y “bien apuesta persona”.
“Matasiete dando un salto le
salió al encuentro y con fornido brazo asiéndolo de la corbata lo tendió en el
sueño tirando al mismo tiempo la daga de la cintura y llevándola a su
garganta”, lo que provoca carcajadas y nuevos vítores.
“¡Qué nobleza de alma! ¡Qué
bravura en los federales!, siempre en pandilla cayendo como buitres sobre la
víctima inerte”.
Piden a Matasiete que lo
degüelle o lo tuse .
Matasiete comienza a pasar el fiulo de su daga por la garganta del caído.
Ordena entonces el Juez, que llega
desde lo lejos, que no le degüellen. Le llevan a la casilla, donde empiezan a
hablar de las torturas a las que le van a someter antes de que el Juez les
ordene callar.
El joven encarando al Juez
pregunta con indignación: “Infames sayones ,
¿qué intentan hacer de mí?”. “Estaba fuera de sí de cólera. Todo su cuerpo
parecía estar en convulsión”
“Dos hombres de asieron […] y
en un minuto cortáronle la patilla”. El Juez ordena le den agua pero el joven
“diole un puntapié en el brazo y el vaso fue a estrellarse”.
Dice que no lleva librea
porque no quiere y que “la librea es para vosotros, esclavos, no para los
hombres libres” y que sus fuerzas son solo la fuerza y la violencia bestial, y
que puesto que el lobo, el tigre y l pantera son fuertes también deberían andar
también ellos a cuatro patas.
Dice además no llevar luto en
el sombrero por la heroína sino en el corazón por la Patria que ellos han
asesinado, esclavos para lisonjear el orgullo de su señor y tributarle
vasallaje infame.
Dice entonces el Juez que lo
desnuden y cuatro sayones se precipitan sobre el joven, quien exclama que
prefiere que le degüellen antes que que le desnuden. “Empieza a echar por su
boca espuma, echaban fuego sus pupilas, y las venas de su cuello y frente
negreaban en relieve sobre su blanco cutis como si estuvieran repletas de
sangre” (igual que el toro).
Intentan
atarlo y cuando sueltan las ataduras de la espalda, se incorpora sobre sus
brazos, “después sobre sus rodillas y se desplomó”. “Sus fuerzas se habían
agotado; inmediatamente quedó atado en cruz y empezaron la obra de desnudarlo.
Entonces un torrente de sangre brotó de la boca y las narices del joven”.
El Juez al ver lo ocurrido
exclama: “Pobre diablo: queríamos únicamente divertirnos con él y tomó la cosa
demasiado a lo serio”.
“Los federales habían dado fin
a una de sus innumerables proezas”.
“En aquel tiempo los
carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban averga y
puñal la federación resista, y no es difícil imaginarse que federación saldría
de sus cabezas y cuchillas. Llamaban ellos “ salvaje unitario” a todo al
que no era degollador, ni salvaje, ni ladrona, todo hombre decente y de corazón
bien puesto, a todo patriota ilustrado, amigo de las luces y la libertad, se le
consideraba enemigo del gobierno. Por todo lo visto en este argumento puede
verse a las claras que la esencia de la federación estaba en el matadero”.
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