Doña Lucrecia termina de contar una historia y sus huéspedes
celebran la venganza de don Jacinto (de la
historia que habían contado anteriormente) y aplauden a Beatriz que “quiso más morir
de su pena que faltar
a su decoro”.
Lucrecia
procede entonces a contar la Fábula de Apolo y
Dafne para probar lo dicho anteriormente.
Fábula de Apolo y Dafne
Apolo pretendía los amores de Dafne y la perseguía (como Garcilaso contaba), la
vio entre las matas en postura erótica. Apolo se echa a sus pies y Dafne le despide
airosa. “Prosigue su porfía airoso” y “Dafne no permite el menor atrevimiento”.
Dafne huye de Apolo corriendo y este la persigue. Dafne tropieza y Apolo
fatigado por la persecución la atrapa. Esta profiere gritos e intenta escapar. Al
ver que no puede, clama a los dioses y se trasforma en laurel.
Termina el relato y todas la aplauden aunque la fábula no es
de tan buen gusto, sino porque solo ven lo “bien
referido en la Fábula”.
Doña Leonor refiere entonces otra historia.
Lisena,
hija de Ludovico, tenía 16 años y era bella además de inteligente, por lo que
tenía muchos pretendientes, mas el rey cerró las puertas a todo pretendiente
cuando murió la Reina. Enrico, rey de Navarra, sintió mucho oír esto pues
estaba profundamente enamorado de Lisena, si bien era un amor de oídas. El rey
Ludovico decide volver a casarse y tener un heredero, pero su nueva esposa
siente celos del amor que el pueblo siente por Lisena por lo que esta decide
fingir que su padre la ha exiliado para que tenga un embarazo tranquilo. Es
“desterrada” pues a la Isla. Enrico se disfraza de villano y va a La Isla,
donde entra a servir a un caballero llamado Alberto. Cambia su nombre Enrico
por el de Rustico Amador.
Un
mes después va a palacio y tanta gracia provoca a los que le escuchan, que se
queda ayudando a decorar el palacio.
Por
la noche Enrico va a un lugar solitario para cantar a su amada, asegurándose de
que nadie más los oiría pues sabía cuál era la ventana del dormitorio de su
amada.
Lisena
se asoma a la ventana al oír a Enrico cantar la canción que la ha compuesto y
cuya letra lleva el nombre de Lise. Lisena vuelve a la cama preguntándose quién
sería el hombre que la cantaba. Manda al almirante que le prepare una tienda al
aire libre y llame a todos los músicos para que canten. Enrico se va a la
torrecilla y canta mientras todos los demás están con la princesa. Lisena sigue
sin saber quién es. Pero esta segunda vez canta con “tan tristes acentos” al
final que Lisena torna en melancolía, por lo que ordena al Almirante que la
entretenga. Empieza el juego de la pelota y dice Enrico a Alberto que le deje
jugar a él y que ganará el dinero para él. Gana al hijo del Gobernador en el
juego pero al irle a pagar dice que no quiere su dinero sino su amistad. Lisena
se fija en él y pregunta por él al Almirante, quien dice que jamás vio hombre
tan gracioso. Dice entonces esta que le llamen al día siguiente pensando quizás
que es él a quien escuchó y que se disfraza para no mostrar su grandeza.
Al
día siguiente van de caza y Enrico se
muestra ducho en el arte de la caza disparando a una paloma sin errar un solo
centímetro.
Llegada
la hora de la canción Enrico decide no cantar sino mandar un papel que tira con
una flecha a la habitación de Lisena. La princesa se frustra por no saber quién
da muestras de amarla.
Manda
al Almirante hacer una fiesta. Como tradición popular se ha de nombrar a un rey
de los gallos entre los mancebos.
Enrico
va a casa del gobernador y le convence para que le nombre rey de los gallos a
él (¿le da ropa?) Queriendo así dar una rica y gran comida y vestirse tanto él
como los otros mancebos que hacen de criados del rey de los gallos ricamente.
Va Enrico a casa de un pintor pidiendo que ponga encima del bastón (del rey de
los gallos) una coplilla y una polla.
Va
a palacio y ordena a los criados hacer una calle para que él pase hasta la
princesa y haga tres reverencias. Después de esto bailan los criados tres
danzas. Vuelve a hacer tres reverencias. El Almirante empieza a sospechar que
es un caballero disfrazado de villano. Otro caballero no obstante duce que es
tan solo que se ha metido tanto en el papel de rey que se lo ha creído.
Lise
vuelve a llamar a Enrico por la tarde, deja este la corona en el suelo a los
pies de Lisena diciendo cuando le pregunta que porque deja la corona en una
posición inferior, que esta no puede estar más alta “que a los pies de la
princesa de Escocia”. Todos sospechan ya que no es villano.
Pasados
unos días van a navegar y la regresar a tierra Lise se cae al agua. Enrico se
lanza corriendo al agua a rescatarla y olvida su simpleza por un momento al dar
las instrucciones de que han de hacer para que no enferme y muera. Se despierta
y nombre a Enrico médico de cámara. Enrico vuelve a tocar otra canción.
“Contenta
y satisfecha de que el fingido médico era el encubierto amante” le arroja agua
risueña diciendo “es menester para templar algo del fuego que me abrasa”.
Llegan
noticias de que la Reina ha parido ya al heredero. Lisa manda hagan una fiesta.
Enrico propone jugar a las cañas para que “lleváramos todos adargas y divisas,
significando cada uno el estado en que tiene su amor o pretensión”. Y como
Rodrigo “le tenía por mentecato” se sorprende de que sepa lo que es el amor.
Cada
caballero va al pintor con tafetán para poner el mote de su amada. El de Enrico
decía “aunque me veis en el suelo, he de volar hasta el cielo”. Lise le da a
cada uno una recompensa. Al de la cadena una vuelta de cadena, al del candado
una llave, al que los jazmines herían una banda de gafas de oro.
A
Enrico que había mandado pintar “un globo a modo de cielo” con un serafín y un
pajarillo con las alas abiertas, le da una jaula “para que el pajarillo no
vuele”.
Lisena
queda picada porque este no se declare.
Ha
de volver en seis días con su padre pues la reina ya ha parido. Al enterarse
Enrico de esto pone tal cara de pena que Lise al vele decide obligarle a que se
declare. Dice que va a pedir a su padre que le haga médico de cámara en la
Corte. A o que responde “mire si el original de esa copia puede servir la plaza de un doctor”. Lise
llama al Almirante para intentar desenmascararle pues aunque sospecha que es
noble no sabe ni tan siquiera su verdadero nombre. Pide el nombre de aquellos
que al principio la pretendieron y descubre por el retrato que es el Rey de
Navarra. El Almirante le confiese a Enrico que saben quién es.
Tras
la llegada del rey Ludovico elige a Enrico como mejor pretendiente, y se casan.
Le da el título de duque de Sagüesa al Almirante.
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