El Doncel de Don Enrique el Doliente - Mariano José de Larra

Larra encierra en dos castillos una acción violenta, maléfica, sin esperanza: se intriga y mienta, se ambiciona y ama sin esperanza, sin que se ofrezca a tan enrarecido ambiente más contrapunto que la lealtad de algunos servidores y la capacidad de riesgo generoso.
Doña María de albornoz, esposa de don Enrique de Villena, se sabe menospreciada por esta. Su camarera, Elvira – esposa del hidalgo Vadilla, también al servicio de Villena -, recibe sus confidencias. Este día ha llegado al castillo, muy temprano, un caballero de Calatrava; inesperadamente, regresa poco después Villena de una cacería. Este propone a su esposa un «rompimiento completo», a lo que doña María se opone arrojando al fuego un pergamino donde habría de firmar su conformidad.
Entre la llegada misteriosa y precipitada del caballero y la escena de Villena con doña María existe una íntima relación: la muerte del maestre de la Orden de Calatrava y la pretensión de sucederle por parte de Villena, imposible sin el divorcio previo del candidato. Ferrus, juglar de Villena promete a su señor concebir un plan para librarlo de su esposa «con vida y honor».
El caballero llegado de Calatrava no es otro que Macías, quien, con su criado el montero Hernando, se dispone a regresar a la Calatrava cuando el paje de Elvira visita a Macías y le hace revivir a este su viejo amor por la dama. A esta entrevista sigue otra con Villena en la que este promete a Macías hacerle comendador de Calatrava si colabora en el rapto de doña María. Macías rechaza la propuesta con indignación.
Villena afecta el arrepentimiento y solicita el perdón de su mujer, tras de lo cual seis sayones irrumpen en la habitación y la raptan, mientras él simula luchar a espada con uno de los raptores. Elvira es amordazada y atada a una columna. Villena comunica oficialmente el secuestro de su esposa y trasmite a la Corte noticias traídas por un pastor, que ha visto en el monte las ropas de doña María y ha traído consigo un velo ensangrentado.
Una dama misteriosa visita a Macías, cuenta la historia del rapto de doña María y solicita su ayuda, ya que precisa de un caballero que salga fiador de la acusación que va a formular al rey contra el traidor Villena.
El influyente judío Abenzarsal concibe un plan para reunir a Elvira y Macías en su cámara – con lo que compromete a este y venga la ofensa recibida por Villena – y promete sugerir al rey la conveniencia de nombrar a con Enrique para el puesto que ambiciona.
En la Corte, una encubierta acusa a Villena como autor del atentado. Es advertida de que su lengua será cortada y arrojada a los perros y `posteriormente juzgada por calumniadora, si carece de defensor. Pero una voz estentórea, con un «¡yo!» atronador, sorprende a los cortesanos reunidos en torno al Rey. Este concede el Juicio de Dios a su doncel.
Vadillo sospecha que la dama acusadora no es otra que su propia esposa, Elvira; pero al volver a su aposento, allí la encuentra. La sospecha se convierte pronto en evidencia, no obstante. Porque, entrevistada Elvira con el judío Abenzarsal, este la convence de que tome una pócima curativo-relajante, con lo que pronto queda dormida y a su merced. Se va el judío. Llega el doncel, que la encuentra sola y dormida. Macías aprovecha la ocasión para liberar los sentimientos de su ya vieja pasión. Entra Vadillo con el judío. El doncel y Vadillo salen para batirse. Abenzarsal ha conseguido el doble objetivo de enfrentar a los dos rivales y de sustraer a Macías de la prueba de honor. El combate se celebra a las afueras de Madrid. Cuando Macías tiene a Vadillo vencido, ocurre una extraordinaria interrupción: Hernando, que había acompañado a su amo hasta la morada del judío, ha concurrido con los suyos e impide con su fuerza hercúlea que remate a Vadillo. Vuelven a Madrid, Vadillo se repone de sus heridas y solicita a su señor que lo arme caballero, para estar en las mismas condiciones que el doncel.
El segundo encuentro amoroso ocurre cuando el doncel entra en la habitación de Elvira, creyendo ausente a Vadillo. Macías invoca a la Naturaleza, Elvira a su honor. Vuelve Vadillo. Elvira esconde a Macías en el gabinete de armas. Mediante un pretexto del paje –el azor quiere escaparse, dice a su amo- se hace salir a Vadillo y, tras él, sale Macías de su escondite. Elvira le pide que huya. Y le confiesa su amor.
Macías recibe una falsa cita de Elvira y, a pesar de conocer el engaño, concurre. Nueva confesión de amor. «No apure yo el vaso del crimen y del deshonor», declama Elvira. Se acercan Vadillo y sus amigos. Macías, que ha entrado por la ventana, no puede salir, porque Elvira había ordenado al paje que la cerrase por fuera. Macías rompe su espada y la arroja contra los que trepan por el muro. «Hernán Pérez –exclama el doncel-, la muerte os pido, la muerte.» Y se lanza fuera de la reja.
Arjonilla, a cinco leguas de Jaén, tiene un castillo que es propiedad de Villena. En este castillo están encerrados Macías y doña María. Aparecen Hernando –con su perro «Brabonel», que ha rastreado hasta allí- y Peransúrez disfrazados de franciscanos, pidiendo hospitalidad en una noche de tormenta. Ferrus –ascendido de juglar a guardián- y Rui Pérez acceden a la solicitud de los franciscanos, que los amordazan y atan, cuando, tras una amena conversación, están adormilados por el mucho vino ingerido. Localizan a Macías y a doña María, al tiempo que los servidores del castillo advierten el engaño y cunde la alarma.
Vadillo solicita ser el defensor del juicio. Ante una gran expectación, la multitud, ya impaciente, ve aparecer un caballero que defenderá a Elvira. Vence Vadillo. Pero cuando descubren el rostro del vencido en el suelo, ¡se trata de don Luis de Guzmán! Además, la voz de «He aquí el juicio de Dios: Villena es inocente, Elvira calumniadora», apenas es escuchada: aparece doña María viva, seguida de Peransúrez y varios jinetes armados. Don Enrique, confundido, se oculta entre sus caballeros y aprovecha la general confusión para huir hacia sus posesiones.
En el castillo de Arjonilla, Hernando consigue liberar a Macías. Pero son acosados. Macías se hunde en un abismo ante Elvira, que pide el cese del combate y amenaza con lanzarse al precipicio. Elvira enloquece. Doña María se retira a sus estados para llorar su boda y la suerte de la camarera. Villena dedicará en soledad el resto de su vida al estudio. Años más tarde, Hernán Pérez y don Luis de Guzmán pasan por Arjonilla, donde los niños se divierten escarneciendo a una loca errabunda que repite continuamente: « ¡Es tarde! ¡Es tarde! » Y una mañana aparece muerta en la iglesia del pueblo: sus labios oprimen la piedra del sepulcro, cuya losa permite leer: «Aquí yace Macías el enamorado.»  
(Resumen extraído de la edición de Cátedra) 

Para el resumen por capítulos: http://mundoresumenes.blogspot.com.es/2017/07/el-doncel-de-don-enrique-el-doliente.html

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