Al morir el rey de Hungría,
Ladislao, le sucede su hijo, el príncipe Ladislao, personaje generoso, gallardo
y de afable condición, siendo así muy querido por sus vasallos. Y siendo
necesario casarse para engendrar un heredero, pidió la mano de la princesa de
Inglaterra, Beatriz, por su hermosura, virtud y santidad,
y habiéndosela concedida por esposa, mandó el Rey Ladislao a su hermano
Federico que fuese a por ella y la trajese a Hungría. Era su hermano más
apuesto que Ladislao, aunque inclinado a los engaños y travesuras. Al ver a
Beatriz Federico se enamora de ella.
Se celebra el matrimonio a
distancia entre Beatriz y Ladislao y Federico se recrimina a si mismo sus
sentimientos por la mujer de su amado hermano. Y Beatriz sospechando lo que
ocurría ordenó a sus damas no la dejasen sola ni en Inglaterra ni en el camino
hacia Hungría. Llegan por fin y celebran las bodas de Ladislao y Beatriz,
estando ambos encantados el uno con el otro y amándose, lo cual hacía a su hermano
hervir de celos y codicia de aquella a quien no podía tener, diciendo a su
hermano para que no sospechase que sufría melancolía desde antes de ir a
Inglaterra.
Un año después, un príncipe
comarcano, queriendo ampliar su territorio le empezó a hacer la guerra. Y
viendo Ladislao que su hermano no estaba para acudir a la guerra por su
enfermedad decidió ir él mismo, pese a los ruegos de la reina, “y más cuando
supo que a ella y a Federico le quedaba la gobernación del reino, con orden de
que el uno sin el otro dispusiesen ninguna cosa”.
Una vez partido hacia la
guerra, Federico busca el momento para confesar su amor a la reina, por lo que
escribe un papel y lo pone entre otros memoriales que había de consultar con la
Reina. Antes de haber leído esta los memoriales, Federico le cuenta que en la
Corte hay dos hermanos que aman a la misma mujer, siendo el mayor el esposo de
esta, por lo que el menor quedó desesperado y deseando morir, por lo que viendo
ocasión “por fuerza gozó a su cuñada”, razón por la cual está preso, mas no
saben qué hacer porque el “marido, siendo inocente no lo entienda” A lo que
contesta la reina que han de castigarlo ya que cuando el marido se entera sabrá
que ha sido vengado. Mas Federico opina que no han de castigarlo solo por amar,
a lo que replica Beatriz que sí, por amar lo ajeno y que por lo tanto han de
ser condenado ambos, él por el delito y a ella por no vengarlo.
A continuación se dispone a
leer los memoriales, mas Federico le dice que los memoriales no son para ahora
y se va a su cuarto. Mas Beatriz lee los memoriales hasta encontrar el de su
cuñado y al leerlo se enoja y se turba, pues no sabe qué hacer ya que no puede
matarle por no haber de momento otro heredero, y por no marchar su propio honor,
ya que había roto el papel por lo que no había pruebas. Resuelve dejarlo como
está mientras Federico no se atreviese a más. Hizo estuviese con ella a todas
horas su antigua aya.
Estando ésta un día
melancólica paseando con sus damas, hicieron que viniesen los músicos a
animarla, a quien había ordena Federico le cantasen una canción a su amada. “Con
airado rostro escuchó la Reina las referidas endechas, si bien, por no dar que
sospechar a los que las cantaron y a las que las oían”. Mandó entonces en
secreto a los maestros le hiciesen una jaula en la cuadra, tan fuerte que no
pudiese ser arrancada de su sitio ni rota, y que se fijase bien del suelo al
techo, y con una solo cerradura y una sola llave. Mandó poner una cama en la
jaula y demás cosas.
Le dijo entontes a Federico
que la acompañase al jardín pues quería enseñarle una cosa que había hecho para
le rey, y este pensando que por fin había decido a su amor la acompaña. Engaña
a Federico para que entre en la jaula diciendo que la admire desde dentro y le
encierra, diciéndole que ahí le dejará hasta que llegue el rey y sepa de su
traición.
Viendo la artimaña, Federico
tornó el amor en aborrecimiento y mortal rabia.
Muchos acudieron a la reina a
preguntar el motivo del encarcelamiento del infante a lo que esta respondió era
por salvar su honor, sabiéndose ya en casi todas partes las pretensiones de
Federico para con su cuñada.
Tras un año el Rey regresa a
Hungría, por lo que Beatriz abrió la puerta de la prisión, mas pese a saber que
llegaba el rey este no quiso arreglarse, ni vestirse ni afeitarse,… y así se
presentó ante su hermano. Y así le vio el rey Ladislao, quien le pregunta el
porqué de su estado. A lo que este responde que Beatriz le ha tenido preso en
una jaula sin dejarle apenas comer, ni arreglarse (mentira) porque está
enamorada de él y deseaba la muerte de su esposo, añadiendo que él no lo
consintió y por eso lo encerró. Pidiéndole licencia finalmente para irse de la
ciudad, por no querer ver más a Beatriz.
Los testigos callaban por no
enemistarse con el que de momento era el heredero. El rey decide finalmente
creer a su hermano.
Cuando llega al palacio la
reina se arroja en sus brazos, mas este le pega un bofetón y manda a cuatro
monteros la lleven a los montes y la sacasen los ojos y la dejasen allí viva
para morir a manos de las bestias. Y la tercer día llegaron a los montes y la
sacaron los ojos y la dejaron allí.
Beatriz oye de repente la voz
de una mujer, quien tocándola los lastimados ojos, se los cura. Y viendo el
milagro de que podía volver a ver pregunto a la misteriosa mujer que quien era
a lo que esta respondió que era una amiga suya a la que había visto muchas
veces. La da de comer y la deja en una fuente diciéndola que se ha de quedar
ahí, pues no tardará en aparecer alguien que la lleve a donde pueda descansar,
y que confíe en Dios, pues ella le rogará que la ayude. Pasan entonces por allí
diez o doce cazadores, haciendo el jefe de todos una reverencia a la dama preguntándola
quien es y porque anda sola en tan peligrosa tierra. A lo que contesta que es una
mujer virtuosa que por desgraciados accidentes acabó ahí. Dice ser el duque
Octavio, y hallarse en Alemania, que no Hungría. Asimismo le pide que le
acompañe a su casa con su mujer la Duquesa. Se la lleva consigo y la coge tanto
amor como a una hermana. Por otro lado, la mujer una vez se “aseguró de la
inocencia con que el Duque la había traído viendo la honestidad y virtud de
Rosismunda (que así dijo que se llamaba) vistiéndola más honestamente. Con lo
cual la Duquesa y el Duque la amaban ternísimamente”
Mientras tanto el rey Ladislao
empieza a pensar si sería verdad lo que su hermano le había dicho, pensando en
la honestidad de la reina, por lo que decide interrogar a las damas de la
reina, quien le cuentan que jamás vieron interés de la reina por Federico sino
que al contrario pidió no la dejasen nunca sola, así como lo sucedido con la
jaula. Federico pide licencia al rey para ir a buscar a la reina con la
intención secreta de gozar de ella y luego matarla, y aunque el rey le niega
licencia, va igualmente a buscarla, mas esta ya estaba en casa del conde, por
lo que no la encontró. Se sentó pues en una roca, cuando vio a un doctor
acercarse, quien le dijo que debía guardar su secreto, y que lo que buscaba no
lo hallaría ahora, mas que Beatriz seguía viva y gozando de vista (por ciencia
del Cielo), por lo que Ladislao le mataría cuando encontrase a Beatriz. Y por
lo tanto lo que debía hacer era hacer salir a Beatriz de su escondite,
violarla, y matarla, de forma que nunca se sabría la verdad y a sabiendas de lo
mucho que su hermano la ama no volvería a contraer matrimonio, siendo este su
único heredero.
A todo esto, estaba el rey
indeciso entre a quien creer. Por lo que el doctor le dice a Federico se ponga
el anillo que le tiende en el dedo corazón y volviese a indignarle contra la
reina, que él le creería.
Así lo hizo, y el rey curado de la indecisión,
nombra a Federico príncipe heredero. Y llegando a Inglaterra, noticia de lo
ocurrido, mandaron los reyes embajadores a Hungría “asegurando a sus Reyes cuán
justamente Ladislao había castigado su culpa, con que se excusaron las guerras
que sobre esto se pudieran causar.”
Le dice el doctor a Federico
que han de ir a por Beatriz, por lo que se van de la Corte “dando a entender al
Rey que iban a ver unos torneos que en la corte de Polonia se hacían.”
“porque el anillo que le había
dado tenía esa virtud como la de ser creído: de mudarle el rostro cuando
fuese su gusto y desconocerle, que parecería otro”
Así, llegaron a la villa del
Duque. El doctor puso en la manga de la
inocente Beatriz una carta cerrada “con el sobrescrito a otro
gran potentado de Alemania (por quien el Duque se había retirado de la
Corte a sus estados, que sobre cosas tocantes a la Corona habían tenido
palabras delante del Emperador, ocasionando desto haber salido los dos a
campaña y quedar desta facción muy enemistados, tanto, que se procuraban
el uno al otro la muerte), y otra abierta, dando muestras de haber sido leída,
con la sobrecubierta a Rosismunda.”
Habla entonces con el duque diciéndole
“que en este señalado tiempo que digo has de morir a traición a manos de un
enemigo tuyo, a quien ha de dar entrada en tu cámara una persona de tu
palacio, de las que más amas.” Manda el duque cerrar las puertas del palacio,
revisando cada arca y cada escritorio, sin que quedase cosa por mirar. De modo
que ya no faltaba sino Beatriz y los escritorios de la Duquesa. Y dándole esta
permiso para revolver sus cosas convencida de que no encontraría nada a esto
que encontró las dos cartas. La Duquesa chilla que la maten “a lo que la
inocente señora no respondía más que con su amargo llanto, no pudiendo imaginar
por dónde le habían venido a su poder aquellas cartas”
El duque sospechando que era
una trampa contra Beatriz, mas temiendo lo que su mujer diría si la exculpaba,
hizo la sacasen por la noche del palacio y la pusiesen junto a la fuente donde
la habían hallado. Y estando allí sola es abordada por Federico, oculto entre
los árboles. Quien intenta forzarla. Aparece de pronto entre los árboles la
mujer que le curó su ceguera, quien tocando a Beatriz la libera de los brazos
de Federico, quien a su vez se sorprende de estar abrazando a un león y no a
Beatriz, quedando en el suelo malherido, mientras Beatriz se encuentra en la
cabaña de unos pastores.
“Y fue el caso que cerca de
aquellas majadas de pastores había un soto donde se criaba gran cantidad
de caza y donde el Emperador iba muchas veces a cazar” con la Emperatriz y el
príncipe heredero de 6 años. Al ver a Beatriz tan ricamente vestida con
vestidos húngaros loa hicieron llamar. Cuenta entonces lo sucedido sin entrar
mucho en detalles y sin nombres, y una vez terminado el niño le echo los brazos
al cuello y la empezó a besar, sin querer separarse de ella. Dicen entonces sus
padres que vaya al palacio con ellos, pues no estará más segura, ya que los que
protegen a su hijo la protegerán también a ella. Beatriz se encarga por tanto
de la crianza del príncipe a quien quiere como a un hijo.
Mientras tanto el doctor de
Federico, que no se explica que deidad o magia protege a Beatriz, descubre
donde está y se lo dice a Federico. Planean dormir con una hierba a Beatriz y
matar al niño poniendo la daga luego en su mano, para que la juzguen asesina
del heredero y la maten. Hablan de que después de matar a Beatriz han de matar
al Rey para que Federico sea coronado rey.
Apuñala al príncipe y llegada
la mañana “¡Venid, señores, y veréis la tragedia de vuestro palacio e Imperio;
que la traidora de Florinda —que así había dicho que se llamaba— os ha muerto a
vuestro amado hijo!”
Beatriz al despertarse por los
gritos y ver lo ocurrido, como en las veces anteriores, al estar a punto de
morir habla con Dios diciendo que sea así, pues es su voluntad. Manda el
Emperador la lleven a donde la encontraron y la decapitasen, mas cuando está
allí, aparece la bella mujer que la había ayudado antaño y la saca de entre la
gente, llevándola a una cueva.
Mientras tanto el niño había
resucitado, gritado por todas partes que no había sido Florida quien le había
matado., y que quería verla, mas por mucho que buscaron no pudieron
encontrarla.
Viendo que nada podían hacer
contra Beatriz, deciden matar al rey para que así nada pueda dañarle.
Ocho años pasa Beatriz en la
cueva, hasta que una mañana se despierta y ve de nuevo a su defensora, quien
por fin le dice que es la Madre de Dios. Dice que vaya a restaurar su honor y
quite el peligro que tiene de condenarse Federico, así como su esposo y padre “junto
con los dos reinos de Inglaterra y Hungría, en la mala opinión que te tienen”.
Se viste pues Beatriz de varón, y con unas yerbas que le tiende la Virgen, va a
Hungría, asolada con la peste, para curarles con las yerbas, Mas si al beber
una gota de las yerbas para curarse dejan sin confesar un solo pecado morirán. Entra
en Hungría y va curando a la gente, por lo que la llaman “el Médico milagroso”,
cuando se entera de que Federico está enfermo. Y llegando al lecho le explica
que ha de confesar para curarse y no morir. Mas yendo a confesar Federico le
recuerda su amigo, el doctor la promesa que le hizo de no confesar nada. Por lo
que Federico confiesa todos sus pecados, excepto los tocantes a la reina, mas
insistiendo Beatriz en que moriría si no confesaba todo, este hace prometer al
rey que diga lo que diga le perdonará. Confiesa todo pese al doctor, desde el
día en que la conoció hasta la muerte del niño y su intención de matar al rey. Se
cura en el acto tras tomar la medicina, mientras el rey Ladislao lloraba por no
poder pedirle perdón a Beatriz por la afrenta y por no poder matar a su
hermano, pues lo había prometido. Se da Beatriz entonces a conocer, y la Virgen
aparece en su espalda, con la mano puesta sobre el hombre de esta.
Se descubre con la aparición
de la Virgen que el doctor es un demonio, desapareciendo entre humo. Piden
entonces todos perdón a Beatriz y se arrodillan ante ella. Esta, abraza a su
cuñado y esposo y a todos los demás. “Bien quisiera Ladislao tornar a gozar
entre los hermosos brazos de su esposa las glorias que había perdido en su
ausencia; mas ella no lo consintió, diciendo que ya no había reino ni esposo en
el mundo para ella, que al Esposo celestial y al reino de la Gloria sólo
aspiraba, que no la tratase de volver a ocasionarse más desdichas de las
padecidas. Y como ésta debía de ser la voluntad divina, no la replicó más el
Rey, ni trató de persuadirla lo contrario”. Se va a un convento y el rey le da
el reino a su hermano Federico, quien se casa con la hermana de Beatriz,
tomando el rey Ladislao el hábito de san Benito.
Y antes de morir escribió
Beatriz su vida, “con nombre de desengaño”
y tomándola por santa en los años venideros.
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