Prólogo al lector
Feijoo se
dirige al lector señalando que el resultado más común de leer su obra sea
considerarla inicua por los “antiguos dictámenes” de la época. Y señala que los
autores que pretenden dar a conocer la verdad solo recibirán injurias en vida,
mas serán venerados cuando ya hayan muerto.
Pretende
aquí representar con varios ejemplos cuan erróneas son las opiniones de la
época. Establece tres tipos de lectores: el sectario de la voz del pueblo, el
discreto y el necio. Deja claro que los discursos no están distribuidos por
determinadas clases, bien porque no pertenecen a ninguna o bien porque
pertenecen a más de una.
Toma la
palabra error como aquella opinión que tiene por falsa, al margen de si
la juzga o no probable. Señala que no será juez de aquellas cuestiones, sobre
todo teológicas, que hayan sido tratadas por tantos hombres ilustres.
Justifica
escribir en castellano diciendo que si bien “hay verdades que deben ocultarse
al vulgo” estas no deben salir ni en latín.
La utilidad
de la obra es proponer la verdad y por lo tanto sacar de aquellos errores que
se toman como verdaderos y son perjudiciales para el público.
Voz del pueblo
“Aquella
malentendida máxima de que Dios se explica en la voz del pueblo, autorizó para
tiranizar el buen juicio”. Así, “asentada la conclusión de que la multitud sea
regla de la verdad, todos los desaciertos del vulgo se veneran como
inspiraciones del Cielo”.
1
“El valor de
las opiniones se ha de computar por el peso, no por el número de las almas”.
“Los ignorantes, por ser muchos, no dejan de ser ignorantes”. ¿Qué acierto pues
se puede esperar de sus resoluciones? Así, el Papa Juan XXIII dijo que el
dictamen del pueblo era lo que más distaba de la verdad. Si bien Feijoo no
considera al pueblo como antípoda de la verdad, ya que a veces acierta o bien
por ajena luz o por casualidad, por lo que el vulgo se compara a la luna por su
inconstancia y porque nunca resplandece con la luz propia y como tal no puede
discernir lo verdadero de lo falso. Concluye que “los que dan tanta autoridad a
la voz común no prevén una peligrosa consecuencia. Si a la pluralidad de voces
se hubiese de fiar la decisión de las
verdades, la sana doctrina se había de buscar en el Corán de Mahoma y no en el
Evangelio de Cristo”.
2
“Sólo de un
modo se puede acertar, errar, de infinitos”. En la esfera del entendimiento
solo hay dos puntos fijos: la revelación y la demostración; y todo lo demás son
solo opiniones. Así, quien no se atenga a esos dos puntos jamás llegará a la
verdad. A este primer punto (revelación) solo se mira directamente en Europa y
América; y en el de la demostración solo los matemáticos; y no siempre.
Pone dos
ejemplos de cómo la sentencia del pueblo se separa de la verdad. En primer
lugar cuando Moisés enseñó las leyes de Dios a su pueblo que todos respondieron
que las ejecutarían y al instante siguiente construían ídolos paganos. En
segundo lugar, cuando eligieron a Samuel como rey de Israel en contra de lo que
les decía Dios, basándose para su plegaria en que las demás naciones tenían un
rey.
3
Feijoo creía
en que la aprobación o reprobación de las personas era la única materia donde
la voz del pueblo era infalible, si bien descubre que esto no siempre es así.
Pone pues el ejemplo de Foción, que reprendiendo a la ciudad de Atenas, le dijo
su enemigo que el pueblo le mataría si empezaba a enloquecer, a lo que Foción
respondió “Y a ti te matarán si empiezan a tener juicio”. Finalmente mataron a
Foción pese a ser el mejor hombre en Grecia de su tiempo.
Asimismo,
locos han sido alabados por sabios y viceversa, como pasó con el sabio
Demócrito, como da testimonio Hipócrates.
4
En esta
ocasión, Feijoo señala que uno de los más grandes errores de los pueblos fue en
cuanto a la virtud y el vicio. Así, los “mayores embusteros del mundo pasaron
por depositarios de los secretos del Cielo”. Pone varios ejemplos de religión
como Mahoma, Tanquelino, Sertorio,… “Lo que ha habido en esta materia más
monstruoso es que algunas iglesias particulares celebraron y dieron culto como
a Santos a hombres perversos o que murieron separados de la comunión de la
Iglesia romana” como es el caso de la iglesia de Turon que veneró a un ladrón
como mártir.
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Feijoo pone
como suprema prueba para desconfiar de la voz popular los errores en materia de
religión, policía y costumbres han sido autorizados por el consentimiento
uniforme de los pueblos. “La mentira, el perjurio, el adulterio, el homicidio,
el robo; en fin, todos los vicios lograron o logran la general aprobación de
algunas naciones”. Destacan ejemplos como los germanos que legitimaban el robo,
los hérulos que mataban a la mujer tras el fallecimiento del esposo, caspianos
mataban a los mayores a partir de una edad. En el palacio del rey de Macoco se
matan al día 200 hombres para alimentar al rey y sus domésticos. En algunos
lugares se queman a las mujeres cuando muere el marido. En Malabar las mujeres
pueden casarse con cuántos hombres quieran,…
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En este
punto se dedica a ejemplificar y explicar las extravagantes supersticiones de
varios pueblos. Destacan los romanos, grandes ridículos en lo que a la religión
se refiere; así, tenían hasta 12 dioses solo para cuidar las mieses, tres para
cuidar el hogar, un templo para la Fiebre, la mala Fortuna… siendo mayor el
número de las deidades que de los hombres según Plinio. Y en lo que al siglo
XVIII se refiere dice haber muchas naciones que dan culto al demonio, como
Perú. Y en Siam se adora a un elefante blanco, en Ceilán a un diente,...
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Disparates
históricos que se veneran como tradiciones ciertas. “Los arcades juzgaban su
origen anterior a la creación de la luna. Los del Perú tenían a sus reyes por
legítimos descendientes del Sol”,… “Si se registrase todo el mapa intelectual
del orbe, exceptuando las tierras donde
es adorado el nombre de Cristo, en el resto de tan dilatada tabla no se
hallarán sino borrones”. “Cuantas
naciones carecen de la luz del Evangelio están cubiertas de tan espesas sombras
como en otro tiempo Egipto”. “Cada uno tiene por infalible la sentencia que
reina en su Patria; y esto sobre el principio que todos lo dicen y sienten así.
¿Quiénes son esos todos? ¿Todos los del mundo? No; porque en otras regiones se
siente y dice lo contrario. Pues, ¿no es tan pueblo uno como otro? ¿Por qué ha
de estar más vinculada la verdad a la voz de este pueblo que a la del otro? ¿No
más que porque éste es pueblo mío, y el otro ajeno? Es buena razón”
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Feijoo
expone como los escritores dogmáticos intentan probar su fe como la verdadera.
“Marco Varrón, distinguió, entre los antiguos, tres géneros de teología: la
natural, la civil y la poética. La primera era la que existía en la mente de
los sabios, la segunda regía la religión de los pueblos, la tercera era
invención de los poetas”. Aristóteles dijo que “en las opiniones comunicadas de
los siglos antecedentes, en orden a los dioses, había unas cosas verdaderas,
otras falsas, pero inventadas para el uso y gobierno civil de los pueblos”. Así,
pone como ejemplo a “monsieur Jurieu, cuyas erradas predicciones aún hoy son
oprobio de los protestantes”. Pese a todo lo dicho anteriormente concluye
señalando que los únicos sentidos donde tiene verdad la máxima de que la voz
del pueblo es la de Dios. El primero es tomando por voz del pueblo el unánime
consentimiento de todo el pueblo de Dios
(no la Iglesia), este no puede errar por la promesa que Cristo hizo por su
asistencia y la del Espíritu Santo; aclara no obstante, que gran parte de la
Iglesia puede errar como hizo en el cisma de Occidente pues habiendo dos bandos
uno había de estar en error. “El segundo sentido verdadero de aquella máxima es
tomando por voz del pueblo la de todo el género humano. Es por lo menos
moralmente imposible que todas las naciones del mundo convengan en algún error;
y así, el consentimiento de toda la tierra en creer la existencia de Dios se
tiene entre los doctos por una de las pruebas concluyentes de este artículo.”
Amor de
la patria y pasión nacional
1
Dice no
encontrar fuera de los libros el amor a la patria justo, noble y virtuoso. O no
lo encuentra en absoluto o solo encuentra un afecto delincuente. Y si bien se
dice por ejemplo “¿Qué campaña se ve bañada de sangre, a cuyos cadáveres no
pusiese la posteridad la honrosa inscripción general de que perdieron la vida
por la patria?”, examinando bien el asunto vemos que el mundo vive engañado por
esta imaginaria deidad. Así, los que luchan en las guerras no lo hacen por la
patria, sino por el dinero o por obediencia, o bien por la fama eterna.
2
“Se juzga
ser amor de la patria lo que sólo es amor de la propia conveniencia” pues “No
hay hombre que no deje con gusto su tierra, si en otra se le representa mejor
fortuna”. Dice no parecerle verosímil la historia de Ulises, que eligió su
tierra Ítaca a las inmortalidad llena de placeres de la isla Ogigia que le
ofreció Calipso. Como tampoco la de los scitas que huían de los placeres de Roma
para ir a su tierra,… si bien añade que esto se debe a la conveniencia, ya que
quien nace entre nieve vive a gusto entre nieve y en ningún lugar más. Y que la
“comodidad de mudar de sitio según las varias estaciones del año, sólo la
logran acá los grandes señores”. “Nosotros vivimos muy prendados de los
alimentos de que usamos, pero no hay nación a quien no suceda lo mismo”. “cada
uno se halla mejor con las cosas de su tierra que con las de la ajena, y así le
retiene en ella esta mayor conveniencia suya, no el supuesto amor de la patria.”
“Añádase a lo dicho la uniformidad de idioma, religión y costumbres”
3
“El pensar
ventajosamente de la región donde hemos nacido sobre todas las demás del mundo,
es error entre los comunes”; así todos juzgan su patria como la mejor en cuanto
a sabios que alberga, a mejor clima, mejores tierras, lenguaje...
4
En este
punto Feijoo manifiesta que hasta los no vulgares, hablan como vulgares, como
resultado de la pasión nacional, “hija legítima de la vanidad y la emulación”.
“Este abuso ha llenado el mundo de mentiras, corrompiendo la fe de casi todas
las historias” por culpa de historiadores como Plutarco, Juan Bodino, a
excepción de Tito Livio, si bien sí que comete algún error. Por el contrario el
padre Mariana se abstuvo de esto y fue tachado de antipatriótico. Asimismo “De
los escritores franceses se quejan mucho nuestros españoles, diciendo que en
odio nuestro niegan o desfiguran los sucesos que son gloriosos a nuestra
nación, engrandeciendo a proporción los suyos. Esta queja es recíproca”.
5
De este
espíritu de pasión nacional, por vanidad, inclinación o condescendencia, viene
que muchos nieguen los hechos históricos. Así, por ejemplo, Campanela llegó a
negar que hubiese existido Carlo Magno. “En aquellos sucesos que los
historiadores de una nación afirman y los de otra niegan, y son muchos estos
sucesos, es preciso suspender el juicio hasta que algún tercero bien informado
dé la sentencia.” Un ejemplo sobresaliente es el de Goropio Becano que se
empeñó en probar que la lengua flamenca era la primera del mundo.
6
Llegados a
este punto habla “de aquel desordenado afecto que no es relativo al todo de la
república, sino al propio y particular territorio”. Es decir, que si bien
patria no tiene porqué referirse a la república o estado, los filósofos,
historiadores y oradores solo se fijan en el primer caso.
Dice que la
amor de la patria particular, en vez de ser útil a la república le es
perjudicial. “Ya porque induce alguna división en los ánimos que debieran estar
recíprocamente unidos para hacer más firme y constante la sociedad común; ya
porque es un incentivo de guerras civiles y de revueltas contra el soberano,
siempre que, considerándose agraviada alguna provincia, juzgan los individuos
de ella que es obligación superior a todos los demás respetos el desagravio de
la patria ofendida; ya, en fin, porque es un gran estorbo a la recta
administración de justicia en todo género de clases y ministerios.“
7
Dice no
condenar el afecto a la patria siempre que no sea perjudicial para un tercero.
Si bien añade que el amor tierno es más propio de mujeres y de niños. Además,
señala que “algunos pecan con el fin de formarse partido, donde estribe su
autoridad, sin atender al mérito levantan en el mayor número que pueden sujetos
de su país. Esto no es amar a su país sino a sí mismos.” “Estos son declarados
enemigos de la república; porque no pudiendo un corto territorio contribuir
capacidades bastantes para muchos empleos, llenan los puestos de sujetos
indignos.” “De aquellos que ejercitan su pasión creyendo que los sujetos de que
echan mano son los más beneméritos” dice que es una ceguera voluntaria y eso no
los disculpa.” ” Apenas hay hombre que no tenga algo de bueno, ni hombre que no
tenga algo de malo.”
8
“Estos
hombres de genio nacional, cuyo pecho anda siempre pegado a la tierra, si se
introduce en el paraíso de una comunidad eclesiástica introduce sediciones,
desobediencias, cismas, batallas.” “Fórmanse partidos, alístanse auxiliares,
ordénanse escuadrones, y el templo o el claustro sirven de campaña a una civil
guerra política.” En cuyo caso el vencido pierde la paciencia y el vencedor se
pierde a sí mismo. Pone como ejemplo que cuando Alejandro venció a los persas
hizo “que los soldados macedonios se casasen con doncellas persianas, a fin de
que, olvidados de su patria, sólo tuviesen por paisanos a los buenos y por
forasteros a los malos.” “Es apotegma de muchos sabios gentiles que para el
varón fuerte todo el mundo es patria; y que para el religioso todo el mundo es
destierro. Lo primero es propio de un ánimo excelso; lo segundo, de un espíritu
celestial. El que liga su corazón a aquel rincón de tierra en que ha nacido, ni
mira a todo el mundo como patria, ni como destierro.” Feijoo opina no obstante
que “ni el religioso ni el héroe están exentos de amar y servir la república
civil”. Concluye que “en caso que por razón del nacimiento contraigamos alguna
obligación a la patria particular o suelo que nos sirvió de cuna, esta deuda es
inferior a otras cualesquiera obligaciones cristianas o políticas.”
9
“Los que
tienen a su cargo la distribución de empleos honoríficos, si no tienen perfecto
conocimiento del mérito de los pretendientes, suelen valerse de informes.” Es
el caso en la provisión de cátedras, pues el que con autoridad hace la
provisión, propuestos dos sujetos de igual aptitud y mérito puede elegir a
quien quiera. A esto lo llama Feijoo un error ya que carece de probabilidad,
donde encuentra tres grandes faltas: la primera falta en el informe a la virtud
de legalidad, poniendo a un candidato como superior de otro siendo estos
iguales; el segundo, que quien lo hace “comete pecado de injusticia contra el
Príncipe usurpándole o preocupándole el derecho que tiene para elegir entre uno
de los dos”; y el tercero que se injuria aquel al que se rechaza siendo igual
que el elegido. “Por consiguiente, para quien obra con conciencia son
totalmente inútiles las recomendaciones de la amistad, del paisanismo, del
agradecimiento, de la alianza de escuela, religión o colegio u otras
cualesquiera.”
Astrología
judiciaria y almanaques
1
Feijoo
pretende desterrar la vana estimación de las predicciones de los almanaques, ya
que sin estas predicciones los almanaques tienen sus utilidades. No condena a
los astrólogos sino juzga verdaderas sus predilecciones pues sin hablar de
lugares ni personas solo hablan de sucesos comunes que nunca faltan en el
mundo. Dice pues que algo como una enfermedad o un casamiento “tienen tan
segura su existencia que cualquiera puede pronosticarlos sin consultar las
estrellas”. Y si acaso señalan circunstancias oscurecen el vaticinio, como es
el caso de Nostradamus, por lo que pueden decir que sí han acertado. Así, la
misma profecía de Malaquías podía usarse para decir que iba a reinar el
archiduque Carlos como Felipe V.
2
Llegando a
este punto dice que si bien no afirma que los astros solo sirvan para dar luz,
sí que asegura que “no es tanta su actividad cuanta pretenden los astrólogos”
Dice así, que el hombre tiene libre albedrío. Suponiendo que a un hombre se le
pronostica que ha de morir en la guerra, “tampoco, aunque toda aquella larga
lista de sucesos y acciones, que precisamente han de proceder al combate, estuviera
escrita en las estrellas, fuera legible por el astrólogo. La razón es clara,
porque casi todos esos sucesos y acciones dependen de otros sujetos, cuyos
horóscopos no ha visto el astrólogo y por lo tanto no puede determinar nada la
judiciaria de sus acciones”. El horóscopo entra en conflicto con el libre
albedrío, propio de la religión cristiana. Si alguien mata a otro por
influencia de los astros no se le puede castigar pues no ha sido su decisión.
3
Refuerza lo
dicho en el punto 2. Así, los astros representan los hechos como la muerte,
porque la contienen en sí, como causas sumas. Por lo que para causar los astros
esta muerte no influyen directamente en la acción ni determinan la voluntad del
homicida, sino que influyen imprimiendo inclinaciones al homicida. “Y que no
depende ni el género ni el tiempo en la muerte” de bajo que signo hayas nacido
se ve que muchos mueren de igual manera y al mismo tiempo habiendo nacido
debajo de aspectos muy diferentes.
4
Por otro
lado, casi ninguna predicción acierta, pues es dato cierto que en millares de
predicciones solo 20 o 30 salieron verdaderas, lo que muestra que fue
casualidad. Pone el ejemplo de los astrólogos que dijeron que año moriría el
Papa Alejandro VI.
5
Del mismo
modo, algunas predicciones famosas que dicen ser verdaderas bien puede decirse
que no lo son. “De Leoncio Bizantino, se refiere que predijo a su hija Atenais
que había de ser emperatriz, y por eso en el testamento a ella no le dejó cosa
alguna” “y yendo a quejarse del agravio a la princesa Pulqueria, enamoró tanto
a los dos príncipes, que Pulqueria luego la adoptó por hija y después el
Emperador la tomó por esposa.” Y de Asclatarion que predijo que su propia
muerte diciendo que su cadáver había de ser comido por perros y efectivamente
tras su muerte su cadáver fue arrojado a una hoguera pero la lluvia apagó el
fuego y los perros se comieron su cadáver. Tras unos cuentos ejemplos más dice
que “Y bien se sabe que en el común de los hombres es bien frecuente, después
de visto el suceso, hallar alusión a él en una palabra que anteriormente se
dijo sin intento, y aun sin significación, y poco a poco mudando y añadiendo
llegar a ponerla en paraje de que sea un pronóstico perfecto. De esto tenemos
mil ejemplos cada día”
6
“Una u otra
vez puede deberse el acierto de las predicciones, no a las estrellas, sino a
políticas y naturales conjeturas”. Así por ejemplo teniendo constancia de que
casi todos los validos han perdido la gracia de su príncipe antes o después, se
puede conjeturar la caída. Además, “Algunas veces las mismas predicciones
influyen en los sucesos, de modo que no sucede lo que el astrólogo predijo
porque él lo leyó en las estrellas sino sólo porque él lo predijo.” Así, “Si a
un hombre le pronostica el astrólogo la muerte en un desafío, sabiéndolo su
enemigo le saca al campo, donde éste batalla con más esfuerzo, como seguro del
triunfo, y aquél lánguidamente, como quien espera la ejecución de la fatal
sentencia.” Dice finalmente que “Últimamente, puede también tener alguna parte
en estas predicciones el demonio, el cual, si los futuros dependen precisamente
de causas necesarias o naturales, puede con la comprensión de ellas antever los
efectos.” “Aun en las mismas cosas que dependen del libre albedrío puede lograr
bastante acierto con la penetración grande que tiene de inclinaciones, genios y
fuerzas de los sujetos, y de lo que él mismo ha de concurrir al punto destinado
con sus sugestiones.” Por lo que muchos creen que la judiciaria “no son
dirigidos en sus predicciones por las estrellas, sino por el oculto instinto de
los espíritus malos”.
7
“Establecido ya que no pueden
determinar cosa alguna los astrólogos en orden a los sucesos humanos” Feijoo
trata de despojar “la estimación de que por lo menos pueden averiguar los
genios e inclinaciones de los hombres, y de aquí deducir con suficiente
probabilidad sus costumbres.” Así, muchas personas afirman que dos gemelos no
son iguales en cuanto a ingenios, índoles y costumbres; a lo cual responden los
astrólogos que “moviéndose el cielo con tan extraña rapidez, aquel poco tiempo
que media entre la salida de uno y otro infante a la luz basta para que la
positura y combinación de los astros sea diferente”. No obstante, si tomamos
esto como cierto de que hay que precisar tanto el momento del nacimiento hasta
minutos, sería imposible que los astrólogos determinasen nada por el horóscopo
ya que no es posible determinar con tanta exactitud el momento del parto. Pero
incluso en el supuesto de que esto fuese posible cuando tomaría el momento del
nacimiento, cuando asomase el infante la cabeza, el cuello,… por lo que habría
de haber diferentes horóscopos, uno para el cuello, otro para el tronco, otro
para los pies,… Asimismo, “que por el tiempo del parto se puede averiguar el de
la generación, es delirio”.
No podrían pues concluir nada
porque son muchos los astros y unos pueden corregir o mitigar el influjo de
otro; además hay que tener en cuenta “el temperamento de los padres, el régimen
de la madre y afectos que padece mientras conserva el feto en sus entrañas, los
alimentos con que después le crían, el clima en que nace y vive”. Así pues
¿cómo va a influir más en la persona los astros que el temperamento de los
padres, o donde haya nacido,…?
8
“dos cosas nos restan que
examinar de los almanaques,…” nos indica pues una clara separación en la
organización entre lo dicho anteriormente y lo que va a decir a continuación.
Llegados a este punto Feijoo
afirma que cualquiera sería capaz de hacer una predicción aunque no sepa ni lo
nombres de los astros.
Dice Feijoo que sabiendo que
este pronóstico es arbitrario pues se funda en el antojo de los astrólogos está
convencida de su vanidad. Y que por lo tanto “Las doce casas en que dividen la
esfera no son más ni menos porque ellos lo quieren así y fue harta escasez suya
no haber fabricado en el cielo más que una corta aldea, cuando sin costarles
más pudieron edificar una gran ciudad”
9
“Añádese sobre esto, que no
concuerdan los astrólogos en el método de erigir los temas celestes” por lo que
cada uno tiene uno distinto, por lo que las reglas de la judiciaria son todas arbitrarias,
si bien ellos mismo aceptan que estas reglas están fundadas solo en la
experiencia.
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“Omito muchos lugares de la
Escritura, como también muchas autoridades de padres contra los judiciarios
porque se hallan en muchos libros; pero no disimularé la bula del gran
pontífice Sixto V contra los profesores de este arte.” “La razón es porque
manda a los inquisidores y a los ordinarios que procedan contra los astrólogos
que pronostican los futuros contingentes, aplicándoles las penas canónicas,
aunque ellos confiesen y protesten la incertidumbre y falibilidad de sus
vaticinios”
Impunidad
de la mentira
1
En lo que respecta a la
impunidad de la mentira Feijoo presenta dos problemas: uno práctico y uno teórico
que es reputarse entre los humano la cualidad de mentiroso como un vicio de
ínfima nota. Así, tomando la división de que la mentira es oficiosa, jocosa y
perniciosa, siendo los que emplean esta última considerados como una peste de
la República. Y en lo que respecta a las dos primeras Feijoo considera que “la
común opinión está nimiamente indulgente con esta especie de vicios”, ya que no
se tiene el mentir por afrenta, y quien miente no ve su honor degradado. Para
Feijoo puesto que mentir es infamia, el mentiroso es indigno de la sociedad, ya
que la conversación es el comercio de las almas el más precioso que hay entre
los hombres y si alguien miente está pagando con moneda falsa.
2
Así, “Si a un hombre, que se
precia de ser algo, se le dice en la cara que miente, lo reputa por gravísima
injuria; y tanto, que, según las crueles leyes del honor humano, queda
afrentado, sino toma una satisfacción muy sangrienta.” Por lo tanto, ¿cómo el
decirle que miente puede ser gravísima injuria, si el mentir no es un gravísimo
defecto?” “Si el vicio no es de la clase de aquellos, que desdoran el honor,
tampoco se siente el honor herido, porque se diga a un hombre que le tiene”. “Confesar
que se mintió, es sinceridad, y nadie se avergüenza de ser sincero. Luego toda
la ignominia cae sobre haber mentido. ”
3
El error pues es que la
mentira no se castigue, pues no hay leyes para eso. Y no bastando el mentir
muchos se ríen de aquellos que creyeron sus mentiras. No se debería castigar
solo la mentira perniciosa sino también la oficiosa y jocosa, pues aunque no
hagan daño a un tercero la sola impunidad de estas “priva al común de los
hombres de un bien muy apreciable.” Estas mentiras no hacen sino agitar el
entendimiento divido entre tomar las noticias como verdaderas o no. Así, muchas
noticias de un mismo asunto son recibidas por diversos sujetos que porfían cada
uno por sostener la suya como verdadera. Si imaginamos pues una República donde
la mentira sea castigada tendríamos como resultado una república perfecta
semejante al Cielo.
4
Muchas veces las mentiras que
se juzgan oficiosas o jocosas son en realidad perniciosas, ya que aunque sin
intención de herir a nadie, se hiere a alguien. “Hágome cargo de que estos son
unos accidentes imprevistos; pero las malas consecuencias accidentales de las
mentiras, que en particular no puede prever el que miente”
5
Por otro lado, hay muchas
mentiras que por su naturaleza misma son nocivas. Es el caso de la lisonja,
pues “los mismos que serían prudentes, apacibles, modestos, si no los incesanten
con indebidos aplausos, con éstos se corrompen de tal manera, que se hacen
soberbios, temerarios, intolerables, ridículos”, y muchos reinos han sido
destruidos por estas mentiras adulatorias, como es el caso de Luis XIV que
sangró a su pueblo a impuestos para ganar gloria como resultado de las
adulaciones. “La mentira adulatoria, que se emplea en la gente privada, no es
capaz de dañar tanto, si se considera cada una por sí sola; pero es infinito
extensivamente el daño que resulta del cúmulo de todas, por ser infinito su
uso.”
6
Hay asimismo, muchas mentiras
que son nocivas y se juzgan oficiosas o jocosas. Un cobarde que cuenta hazañas
supuestamente suyas puede encontrara un amigo que le tiene por tal por que te
proteja y sin saber la mentira se mete en peligro. “Miente el Médico la ciencia
que no tiene; y el enfermo inadvertido, creyéndole un Esculapio, se entrega a
ojos cerrados a un homicida”
7
“Mas no puedo dejar de hacer
muy señalada memoria de cierta clase de mentiras, que gozan amplísimo salvoconducto
en el mundo, como si fuesen totalmente inocentes, siendo así, que son
extremamente dañosas al público.” Es decir, las judiciales “aquellas con que,
cuando se hace a los Jueces relación del hecho, que da materia al litigio, se
desfigura algo, por pintarle favorable a la parte por quien se hace la
relación. ” Por lo tanto aboga porque esta debería ser también castigada
como se hace en Japón o en Argelia, con lo que se ahorraría dinero y tiempo. Si
bien encontramos en la leyes de la época de Feijoo algunas penas a las mentiras
judiciales “Negando el demandado alguna cosa en juicio, que otro le demandase
por suya, diciendo que no era tenedor de ella, si después de eso le fuese
probado que la tenía, debe entregar al demandador la tenencia de aquella cosa,
maguer el que la pide no probase que era suya. ”
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Así, “debiera todo el rigor de
las Leyes conjeturarse contra ella”. Zoroastro por ejemplo “graduo la mentira
por uno de los más graves crímenes, que pueden cometer los hombres”.
9
Solo en una circunstancia
juzgo a la mentira tolerable; y es, cuando no se encuentra otro arbitrio para
repeler la invasión de la injusta pesquisa de algún secreto. Así si un amigo
comete una falta y te lo confiesa, ¿dirías la verdad en caso de que te pregunte
la autoridad? “Y verdaderamente, si ella tiene cabimiento en el caso de la
Confesión, parece le ha de tener en otro cualquiera, en que sin grave injuria
del prójimo no pueda propalarse el secreto”. “permitido que en los casos de
solicitarse por una injusta pregunta la averiguación de algún secreto, no pueda
reservarse éste sino mintiendo, tales mentiras deben ser toleradas por las
leyes humanas, dejando únicamente a Dios el castigo de ellas”.